“¿Terminó
Barnechea?, ¡¡terminó Barnechea somos campeones mierda!!” Sonó aquella vez por
los parlantes del Mundialista. No lo dudé y salté a la cancha a dar la vuelta
olímpica junto a mis jugadores y así cumplir un sueño de vida. Fue un momento
de locura, sentí tocar el cielo, hasta que en la cancha se me acerca un
reportero y me dice: ganó Barnechea 2-1, todavía no somos campeones. No entendí
nada. Nadie entendía nada.
Al salir del
estadio todo era carnaval. La gente estaba confundida hasta que se oficializó
la noticia…todavía no éramos los campeones. Como un chiste de Condorito todos
quedamos ¡plop!. A partir de ese momento en todos los medios decían que hicimos
el ridículo, que equipo que celebraba antes finalmente no ganaba. Pero no
quedaba otra, había que viajar a Concepción y recorrer más de 2.500 kilometros para
disputar el título. Todo se definiría en la última fecha.
Barnechea FC
era el único cuadro que nos podía quitar el sueño. Sólo 2 puntos nos separaban
de la “cenicienta de la B”. Para salir campeones debíamos ganar en el Municipal
de Collao, en una cancha donde el cuadro lila se hace fuerte. Si no obteníamos la
victoria debíamos esperar que Ñublense derrote o le empate a Barnechea en
Santiago.
Así pasaron
los días desde ese anecdótico domingo 10 de junio, dando vueltas y vueltas en
la cabeza el partido próximo ante los lilas.
Llegó el
viernes 15 y junto a un puñado de compatriotas celestes partíamos rumbo al sur
para realizar la cruzada más importante de nuestras vidas (hasta el momento) acompañando
al Bravo. 40 horas de viaje sentados en un bus con la ilusión intacta. Todo
bien hasta que en la mitad de nuestro viaje nos quedamos como se dice popularmente
“en pana”. Fueron 3 horas en medio del desierto con la incertidumbre de que
podríamos llegar tarde a tomar el bus que salía desde Santiago rumbo a
Concepción. Por obra del poderoso eso no ocurrió, pese a todo y tras 30 horas
de viaje llegamos a tiempo para tomar el bus que partiría desde la Torre Entel
de la Gran Capital en dirección el sur. La Gran Alameda se teñía de hijos de
Ariacca quienes bajo una lluvia al estilo altiplánica alzaban sus gritos de
guerra.
A eso de las
01:00hrs del domingo el bus partía en dirección al sur. Fueron 7 horas de viaje
bajo la lluvia y el frio. No importaba nada, sólo debíamos estar en la galería acompañando
y alentando a los 11 guerreros que nos representarían en la cancha.
Las horas
pasaban y se acercaba el comienzo del combate. El rebaño de llamos celestes aumentó
notoriamente y dejó boquiabierta a los sureños. A eso del mediodía ya éramos
500 ariqueños en el Municipal de Collao.
Los equipos
salían a la cancha y jamás me voy a olvidar esta formación: Pedro Carrizo bajo
los tres palos; delante de él los guerreros Cristián Olguín, Marcelo Medina, y
el “flaco” Mauricio Segovia; en el medio por las bandas como “chasquis” Sebastián
Rivera y José Martínez, y para el quite y creación del fútbol Néstor “bototo”
Contreras, Daniel “el abuelo” Briceño, y Renato González; mientras que para
forjar las melodías de gol estaban Pablo Frances y Joel Estay.
Antes de
comenzar el encuentro el sol se hace presente en el sur. Esto junto al medio
millar de ariqueños nos hacia sentirnos como en casa.
El
enfrentamiento fue parejo. El campo de juego húmedo y pesado no favorecía al
estilo de juego que poseía el elenco del Bravo. Sin goles terminaba la primera
fracción. Por su parte en Santiago los rojos de Chillán derrotaban 1-0 a
Barnechea al terminar el primer tiempo.
Tras 20’minutos
de reanudarse el juego sonó un grito aliviador: Ñublense 2-0 Barnechea.
San Marcos con
el empate le bastaba para ser campeón. A falta de 15’minutos se sabe que los
santiaguinos descontaron 2-1. Pese a aquello en cada uno de los poco más de 500
celestes la fe de gritar campeón se mantenía intacta. El encuentro en Collao
terminaría 0-0, y había que esperar el desenlace en Santiago para tocar el
cielo. Los jugadores agrupados en el
medio de la cancha con una radio esperando escuchar el final del encuentro. La lluvia
comenzaba a caer tímidamente en Concepción, como si desde el cielo “chamaco”, “catata”,
y Julio Felipe Luna lloraran de emoción. Parecía una señal. Hasta que de
repente…¡¡Pitido final en San Carlos de Apoquindo!! Ñublense derrotaba a 2-1 a
Barnechea y San Marcos se convierte en el Campeón del Torneo de Apertura de la
Primera B 2012. La galería Andes del Municipal de Concepción explotaba de
emoción. 31 años sin salir campeón en el profesionalismo llegarían a su fin. La
alegría se ve reflejada en los jugadores celestes, quienes esa tarde vistieron
de rojo. El ¡¡Arica Siempre Arica!! Se escuchó más fuerte que nunca en el sur,
incluso me atrevería a decir más fuerte que grito un de guerra mapuche frente a
los conquistadores. De la nada aparece la copa, ilustre invitada que hizo
llorar hasta al mismísimo cielo. Abrazos por aquí y por allá; gritos a montón de
“Arica Campeón”, frase que había sido muy esquiva para los ariqueños en el
fútbol profesional por 3 décadas. Fue una tarde realmente inolvidable.
Al salir del
estadio la fiesta seguía. De frente me encuentro con esa reencarnación de la
Guerra del Pacífico, fiel reflejo del hincha incondicional. Nos damos un
fraternal abrazo y a seguir viviendo el sueño.
Que importa
haber dado la vuelta una semana antes y haber sido burla de muchos. Que importa
haberse mamado 40 horas en bus de ida y otras 40 horas en bus de vuelta. Que
importa, la verdad que no importa nada, pues ver a tu equipo tocar el cielo es
lo que realmente importa.
Es cierto que
este logro no nos asegura el ascenso, pero si nos da grandes opciones. Lo
importante es que aún me mantengo vivo en este gran sueño, del cual espero no
despertar jamás.
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