22/6/12

BRAVO DE MI VIDA ERES LA ALEGRÍA DE MI CORAZÓN



“¿Terminó Barnechea?, ¡¡terminó Barnechea somos campeones mierda!!” Sonó aquella vez por los parlantes del Mundialista. No lo dudé y salté a la cancha a dar la vuelta olímpica junto a mis jugadores y así cumplir un sueño de vida. Fue un momento de locura, sentí tocar el cielo, hasta que en la cancha se me acerca un reportero y me dice: ganó Barnechea 2-1, todavía no somos campeones. No entendí nada. Nadie entendía nada.
Al salir del estadio todo era carnaval. La gente estaba confundida hasta que se oficializó la noticia…todavía no éramos los campeones. Como un chiste de Condorito todos quedamos ¡plop!. A partir de ese momento en todos los medios decían que hicimos el ridículo, que equipo que celebraba antes finalmente no ganaba. Pero no quedaba otra, había que viajar a Concepción y recorrer más de 2.500 kilometros para disputar el título. Todo se definiría en la última fecha.
Barnechea FC era el único cuadro que nos podía quitar el sueño. Sólo 2 puntos nos separaban de la “cenicienta de la B”. Para salir campeones debíamos ganar en el Municipal de Collao, en una cancha donde el cuadro lila se hace fuerte. Si no obteníamos la victoria debíamos esperar que Ñublense derrote o le empate a Barnechea en Santiago.
Así pasaron los días desde ese anecdótico domingo 10 de junio, dando vueltas y vueltas en la cabeza el partido próximo ante los lilas.
Llegó el viernes 15 y junto a un puñado de compatriotas celestes partíamos rumbo al sur para realizar la cruzada más importante de nuestras vidas (hasta el momento) acompañando al Bravo. 40 horas de viaje sentados en un bus con la ilusión intacta. Todo bien hasta que en la mitad de nuestro viaje nos quedamos como se dice popularmente “en pana”. Fueron 3 horas en medio del desierto con la incertidumbre de que podríamos llegar tarde a tomar el bus que salía desde Santiago rumbo a Concepción. Por obra del poderoso eso no ocurrió, pese a todo y tras 30 horas de viaje llegamos a tiempo para tomar el bus que partiría desde la Torre Entel de la Gran Capital en dirección el sur. La Gran Alameda se teñía de hijos de Ariacca quienes bajo una lluvia al estilo altiplánica alzaban sus gritos de guerra.
A eso de las 01:00hrs del domingo el bus partía en dirección al sur. Fueron 7 horas de viaje bajo la lluvia y el frio. No importaba nada, sólo debíamos estar en la galería acompañando y alentando a los 11 guerreros que nos representarían en la cancha.
Las horas pasaban y se acercaba el comienzo del combate. El rebaño de llamos celestes aumentó notoriamente y dejó boquiabierta a los sureños. A eso del mediodía ya éramos 500 ariqueños en el Municipal de Collao.
Los equipos salían a la cancha y jamás me voy a olvidar esta formación: Pedro Carrizo bajo los tres palos; delante de él los guerreros Cristián Olguín, Marcelo Medina, y el “flaco” Mauricio Segovia; en el medio por las bandas como “chasquis” Sebastián Rivera y José Martínez, y para el quite y creación del fútbol Néstor “bototo” Contreras, Daniel “el abuelo” Briceño, y Renato González; mientras que para forjar las melodías de gol estaban Pablo Frances y Joel Estay.
Antes de comenzar el encuentro el sol se hace presente en el sur. Esto junto al medio millar de ariqueños nos hacia sentirnos como en casa.
El enfrentamiento fue parejo. El campo de juego húmedo y pesado no favorecía al estilo de juego que poseía el elenco del Bravo. Sin goles terminaba la primera fracción. Por su parte en Santiago los rojos de Chillán derrotaban 1-0 a Barnechea al terminar el primer tiempo.
Tras 20’minutos de reanudarse el juego sonó un grito aliviador: Ñublense 2-0 Barnechea.
San Marcos con el empate le bastaba para ser campeón. A falta de 15’minutos se sabe que los santiaguinos descontaron 2-1. Pese a aquello en cada uno de los poco más de 500 celestes la fe de gritar campeón se mantenía intacta. El encuentro en Collao terminaría 0-0, y había que esperar el desenlace en Santiago para tocar el cielo.  Los jugadores agrupados en el medio de la cancha con una radio esperando escuchar el final del encuentro. La lluvia comenzaba a caer tímidamente en Concepción, como si desde el cielo “chamaco”, “catata”, y Julio Felipe Luna lloraran de emoción. Parecía una señal. Hasta que de repente…¡¡Pitido final en San Carlos de Apoquindo!! Ñublense derrotaba a 2-1 a Barnechea y San Marcos se convierte en el Campeón del Torneo de Apertura de la Primera B 2012. La galería Andes del Municipal de Concepción explotaba de emoción. 31 años sin salir campeón en el profesionalismo llegarían a su fin. La alegría se ve reflejada en los jugadores celestes, quienes esa tarde vistieron de rojo. El ¡¡Arica Siempre Arica!! Se escuchó más fuerte que nunca en el sur, incluso me atrevería a decir más fuerte que grito un de guerra mapuche frente a los conquistadores. De la nada aparece la copa, ilustre invitada que hizo llorar hasta al mismísimo cielo. Abrazos por aquí y por allá; gritos a montón de “Arica Campeón”, frase que había sido muy esquiva para los ariqueños en el fútbol profesional por 3 décadas. Fue una tarde realmente inolvidable.
Al salir del estadio la fiesta seguía. De frente me encuentro con esa reencarnación de la Guerra del Pacífico, fiel reflejo del hincha incondicional. Nos damos un fraternal abrazo y a seguir viviendo el sueño.
Que importa haber dado la vuelta una semana antes y haber sido burla de muchos. Que importa haberse mamado 40 horas en bus de ida y otras 40 horas en bus de vuelta. Que importa, la verdad que no importa nada, pues ver a tu equipo tocar el cielo es lo que realmente importa.
Es cierto que este logro no nos asegura el ascenso, pero si nos da grandes opciones. Lo importante es que aún me mantengo vivo en este gran sueño, del cual espero no despertar jamás. 

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